Faro del Caballo (Santoña)
Nadie me dijo que para llegar hasta el Faro del Caballo de Santoña había que bajar alrededor de 700 escalones (que, por supuesto, luego hay que volver a subir).
Y si alguien me lo dijo, nunca quise recordarlo.

En cualquier caso, a los dos días de visitarlo, una vez que se pasan las agujetas, ya no se recuerdan los escalones, sino lo idílico de un sitio cuyo encanto radica precisamente en su inaccesibilidad.
Llevaba mucho tiempo queriendo hacer esa ruta de Santoña, caminata, porque no es muy larga, más bien lo que la hace diferente son los peldaños.
Me habían hablado en infinidad de ocasiones de las maravillas del Monte Buciero, de sus posibilidades para caminar, y del encanto del Faro del Caballo, un lugar con más de 150 años de historia.
Lugar emblemático
Aunque su uso como faro acabó en la década de los noventa, para la posteridad ha quedado su encanto como lugar emblemático de la villa de Santoña.

El acceso hasta él discurre por una vía bastante concurrida de senderistas y bicicletas, especialmente los fines de semanas.
Mi ruta comenzó en el Fuerte de San Martín aunque las posibilidades son variadas.
De hecho, también es posible llegar hasta el Faro desde la playa de Berria y, si tienes embarcación y el tiempo lo permite, ahorrarte escalones llegando desde el mar.
No hay pérdida
No hay pérdida, todo está bien señalizado y, en caso de duda, siempre se puede preguntar a algún caminante.
Cuando llegas al inicio de los escalones del Faro del Caballo de Santoña, el edificio no se ve.
Tu empiezas a bajar, empiezas a bajar, sigues bajando, sigues bajando y nunca ves el final del camino.
Quizás ahí radica su misterio y su encanto.
Ya que has comenzado, la intriga por saber qué te espera al final es más poderosa que el cansancio.
Más poderosa que ese constante mirar para comprobar que las escaleras siguen y siguen en un bucle infinito.

Las paradas entre tramo de peldaños es casi inevitable, especialmente por contemplar un Cantábrico en todo su esplendor.
Si el tiempo acompaña es posible ver embarcaciones de recreo por la zona, especialmente en época estival.
Un espectáculo para la vista.
Presos de El Dueso
Cuando ya crees que eso no tiene final por fin, a lo lejos, te parece ver algo que podría ser el destino final.
Crees que has visto perfilada la torre del Faro del Caballo. ¡Ya está ahí! Pero no, aún queda un rato de descenso, de escalones que bajar. Unos peldaños, por cierto, excavados por los propios presos de El Dueso, los encargados siempre de su reforma y remodelación.

Llegar abajo es un subidón de adrenalina.
Miras que hay por aquí, oteas lo que asoma por allá y, si aún te quedan fuerzas, puedes seguir bajando unos escalones más para tocar las aguas del Cantábrico.
Si el lugar no está muy concurrido, el Faro del Caballo de Santoña es un remanso de paz y tranquilidad.
Un lugar que los santoñeses seguro que tienen como predilecto.
¿Merece la pena bajar los 700 escalones?
Ahora que lo escribo desde la distancia: Sí, rotundamente sí.
A pesar de que luego haya que volver a subirlos.
Es una experiencia increíble.

Una vez que vuelves a desandar lo caminado, nada mejor que aprovechar el tirón para alternar con las gentes de Santoña.
El ambiente a la hora del vermú o del blanco en sus calles, especialmente los sábados, es altamente adictiva.
Puedes encontrar más información sobre el Faro del Caballo de Santoña en esta página web específica