‘Al servicio del imperio’, la nueva propuesta histórica de Pedro Santamaría
Pedro Santamaría ya no puede dejar de escribir.
Con seis novelas ya a sus espaldas, vuelve a la primera división literaria con ‘Al servicio del Imperio’, (Pàmies) una novela que está en las librerías desde el pasado 14 de mayo.
También se puede encontrar en las grandes superficies y en plataformas como Amazon o Casa del Libro tanto en papel como en formato digital.
La presentación será en la librería Estvdio de la calle Burgos de Santander el jueves 31 de mayo a las 19.30. Estará acompañado por otro autor de novela histórica, Yeyo Balbás.
Además, estará firmando libros en la caseta de la editorial (Pàmies) en la Feria del Libro de Madrid los días 1, 2 y 3 de junio.
Conversamos con él sobre su nueva propuesta.
‘Al servicio del Imperio’ narra la aventura de dos cántabros en el ejército romano. Dos cántabros que es la primera vez que salen de su aldea. ¿Cómo se podría describir a estos protagonistas?
Arán y Noreno son dos jóvenes muchachos de diecisiete años.
Son nietos de aquellos cántabros que lucharon por su libertad contra Roma y, a la luz de la hoguera, han oído una serie de relatos acerca de, lo que el abuelo del segundo llama, La Gran Guerra.
Pero no dejan de ser campesinos, hace tres generaciones que los cántabros no empuñan un arma.
El mundo de los muchachos es su aldea y de Roma lo único que saben es que cada cierto tiempo un grupo de legionarios pasa por su valle acompañando a un recaudador de impuestos que se lleva la mayor parte de lo que producen.

Es más, cuando el joven Noreno le pregunta a su abuelo que dónde está Roma, el anciano le responde que no lo sabe con exactitud, pero que debe de estar a un par de semanas de camino.
La sangre joven de los dos amigos hierve por instigar una revuelta y por volver a ser lo que el abuelo les cuenta que fueron.
Así que, un día, cuando un soldado que cabalga en la comitiva del recaudador informa en la aldea de que se está reclutando un contingente de cántabros, los muchachos no se lo piensan y se alistan, dejando atrás su vida en la aldea con el objetivo de derrotar a Roma con sus propias armas.
Pero Roma no está a dos semanas de camino.
Tampoco es una aldea un poco más grande que la suya.
Julióbriga, una ciudad diminuta, en una esquina del imperio y alejada de toda ruta comercial de importancia, les deslumbra… y es ahí donde empiezan un viaje sin retorno en todos los sentidos imaginables.
-¿Es una novela de traición?
No exactamente.
Al menos no en el sentido patriótico en el que suele entenderse esa palabra.
Es una novela de sueños rotos, de descubrimiento, de cambio, de renacimiento, de adaptación, de decepción, de amor. Es una novela de corrientes históricas y personales.
-¿Cómo es esa nueva tierra a la que llegan?
Imaginemos Cantabria, un lugar completamente apartado del mundo greco-romano, un lugar de bosques y prados verdes, de ríos, un lugar en el que cada fuente, cada roca, cada árbol, esconde un dios o un espíritu.
Un lugar de poblaciones diminutas y dispersas, una región marginal, pobre y lluviosa.
Y ahora, pasemos a Judea, una civilización milenaria, un país pedregoso y soleado, grandes ciudades, monumentos, comercio y, lo que es más importante, un solo dios y una tradición religiosa escrita en torno a la cual pivota la vida de todos sus habitantes.
Una región al borde de una revuelta cuyo origen no solo es la pobreza de sus gentes y los abusos de los romanos, sino una visión mesiánica y apocalíptica del mundo.
El choque cultural para los jóvenes cántabros que históricamente se alistaron en la Cohors II Cantabrorum, y que tuvieron que servir a Roma imponiendo el orden del imperio al servicio de Nerón, no pudo ser mayor.
-La acción transcurre en el siglo I A.C, ¿por qué has elegido ese periodo? ¿Qué querías contar?
Tantas cosas…
La revuelta judía es uno de los acontecimientos más importantes de la historia universal.
No solo precipitó la caída de Nerón y el fin de la dinastía Julio-Claudia, sino que acabó con el judaísmo como se había practicado hasta entonces y supuso la ruptura final del cristianismo con su religión madre.
La guerra fue larga y apocalíptica y, en medio de todo ello, había un contingente de tropas cántabras.
Irresistible.
He querido hablar de la lealtad, del amor a la tierra, de las tradiciones, de la religión y del ateísmo, de unos acontecimientos que marcaron el devenir de la historia y que ayudan a entender mejor el mundo que nos rodea.
-¿Qué escenarios recorre la novela?
Dado que he procurado pintar un fresco lo más amplio posible de la época y de los principales acontecimientos y personajes de la misma, seremos testigos de la muerte de Séneca, de la vida íntima de Nerón, defenderemos la ciudad amurallada de Jotapata junto a Flavio Josefo, el judío cuyos escritos sobre la gran revuelta son considerados uno de los grandes monumentos históricos de la antigüedad, saldremos de una diminuta aldea cántabra y recorreremos el mundo romano hasta Judea, conoceremos Cesarea, la ciudad griega edificada por Herodes el Grande, visitaremos Jerusalén durante la Pascua, lucharemos en las inexpugnables murallas de la ciudad santa tanto en las filas romanas como en las judías, asistiremos a los sacrificios del Templo y celebraremos el Sabbath en una pequeña aldea judía…
– Poco a poco, Pedro Santamaría se ha ido labrando tu hueco en el mundo de la ficción histórica con gran éxito de crítica y público, ¿anima a seguir contando historias?
¡Y tanto que sí!
Saber que lo que haces y te gusta hacer inspira y emociona a los demás, que logras transmitir tu pasión por la historia, por la filosofía, por la religión y por la condición humana y que lo que escribes rebasa fronteras, es una de las sensaciones más gratificantes que se pueden experimentar.
Y, claro, anima a seguir contando historias.
-¿Cuál sería el nexo en común que guía a todas tus historias?
Supongo que la pasión por la historia y cómo, mediante ella, se puede hablar con mucha libertad y de forma soterrada sobre el presente.
– Después de seis novelas, ¿Pedro Santamaría siente que ya no puede dejar de escribir?
Cuando escribí Okela, mi primera novela, supuse que también sería la última.
Había tenido una hija, había plantado un árbol y había escrito un libro.
Pero, curiosamente, mientras esperaba a que fuera publicada, escribí mi segunda: El Águila y la Lambda.
A partir de entonces me di cuenta de que parar era imposible.
En cada historia, en cada relato, te dejas algo en el tintero y siempre hay más cosas que contar, otros períodos en los que sumergirse, otros personajes que explorar y a los que acompañar.
Empecé a escribir en 2009, tenía 34 años.
Hoy tengo la sensación de que habría un enorme boquete en mi vida si dejara de hacerlo.
Me atrevería a decir que escribir le da sentido a muchas cosas en mi vida.
Es curioso cómo, al acabar un libro, sientes un vacío tan grande que solo logras llenar empezando otro.
-¿Qué es lo mejor que pueden decir de un escritor tras leer su novela? ¿Qué te halaga y motiva?
Hacer disfrutar a tus lectores es muy gratificante, como lo es que te digan que se han emocionado, que han reído o que han llorado.
Pero quizá, lo mejor de todo, es cuando alguien te dice que su vida ha cambiado para mejor de un modo u otro, por poco que sea, que tal o cual novela, que tal o cual personaje, le ha hecho plantearse algo acerca de su propia existencia, que siente que ha descubierto algo de sí mismo que hasta entonces tenían oculto o suprimido.
Eso es, sin duda, lo que más llega.
También te puede interesar la nueva novela de Juan José Millás o lo más nuevo de Manuel Gutiérrez Aragón.